El método de pronóstico de sismos que alcanzó aceptación en la década de los años 70 y 80 fue el de las lagunas sísmicas o zonas de silencio sísmico, que hacía referencia al hecho de identificar la existencia en una determinada región de convergencia o choque de placas, como las que desarrollan las placas de Nazca y Sudamérica en un área que no había ocurrido un sismo en los últimos 100 años.
Este método era subjetivo, ya que no era posible definir con exactitud las dimensiones del área de la laguna sísmica. Sin embargo, en la década de los 90 hacia adelante, en los bordes costeros de las regiones donde se desarrolla el proceso de convergencia de placas, se implementaron modernos sistemas de monitoreo de movimiento de las placas, usando instrumentos de posicionamiento satelital o GPS de alta precisión. Los datos recolectados con estos sensores indicarían la dirección y velocidad de desplazamiento de las placas tectónicas, por ejemplo, la sudamericana sobre la oceánica o placa de Nazca. Si el desplazamiento es constante en muchos años, indicaría que las placas no están totalmente acopladas en sus superficies de contacto o fricción y, por lo tanto, de ocurrir sismos, estos serían de pequeña magnitud. Contrariamente, si sobre la superficie de contacto de las placas existen áreas en donde están completamente acopladas, es necesario que se produzca una importante acumulación en el tiempo de esfuerzos que generan la deformación de ambas placas.
Este escenario es fácilmente identificado con las mediciones de sistemas GPS de alta precisión, llegando a definirse con exactitud las dimensiones del área de acoplamiento sísmico y, a partir de ella, la magnitud del futuro sismo a ocurrir. De esta manera, se ha identificado frente a la costa del Perú la existencia de tres áreas de acoplamiento sísmico, frente a la costa de la región Lima (M8.8), al sur de la ciudad de Nasca (M8.0) y frente a las costas de las regiones de Moquegua y Tacna (M8.0). En ese camino seguimos realizando “Ciencia para protegernos, ciencia para avanzar”.