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A propósito de que EE.UU. y Rusia acaban de proferirse mutuas acusaciones por dejar el primero e incumplir el segundo, el viejo Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), que ambos Estados suscribieron durante la Guerra Fría (1945-1989) proclamando la paz luego de la funesta guerra de 1939, hay quienes erradamente califican esta situación del derecho internacional (D.I.) como anárquica, por desdeñar dicho instrumento convertido en una garantía de paz, frente al deseo estadounidense de mantener su incuestionable hegemonía nuclear en pleno siglo XXI, y a las febriles pretensiones rusas de crear la sensación mundial -Venezuela es su justificación perfecta- que hemos vuelto al mundo bipolar. La anarquía para el D.I. no tiene nada que ver con el desorden o caos consumado por faltar al principio PACTA SUNT SERVANDA, base del cumplimiento de los tratados. Lo voy a explicar. La anarquía JAMÁS significa lo mismo en el D.I., que es el mundo de las normas internacionales (derechos y obligaciones), que en la ciencia de las Relaciones Internacionales, que es el mundo de los fenómenos globales donde el poder político, económico, militar, etc., comporta un rol decisivo. La anarquía para el D.I. es ausencia de una autoridad central en el mundo.

Esto significa que no existe jurídicamente un Estado, entre los 193 registrados en la ONU, que sea superior a otro. Así, ante la celebración de un tratado, la firma del presidente de EE.UU. tendrá el mismo valor jurídico que la del presidente de Somalia o Haití. Para la anarquía desde el D.I., entonces, ningún Estado es superior a otro. Al contrario, entre ellos existe como regla la IGUALDAD JURÍDICA (relación horizontal). Lo anterior explica por qué no existe un presidente del planeta Tierra que gobierne a todos los terrícolas, que somos más de 7500 millones como sí sucede al interior de un Estado, donde existe un gobernante y los gobernados (relación vertical). La anarquía, lejos de creerla desorden, impide que un Estado obligue jurídicamente a los demás. EE.UU. NUNCA podrá decidir la aprobación de nuestro presupuesto nacional ni el contenido de la currícula escolar de nuestros hijos. 

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