Con frecuencia hay confusión sobre lo qué es un hombre de Estado (HdE), creyéndose estrechamente que es aquel que trabaja en el aparato del Estado. Aunque desarrolla sus actividades en el Estado no es que para serlo sea requisito contar una vinculación permanente con el Estado. El HdE actúa para el Estado al que pertenece y defiende in extremis porque está formado en los grandes valores estatales. El HdE tiene una concepción amplia y definida del significado de la cuestión de Estado, que no es la del capricho sino de la necesidad de los que le dan vida. Por eso una vez en el poder construye y ejecuta políticas de Estado antes que políticas de gobierno. El HdE no tiene prejuicios sobre la ideología del gobierno de turno, casi siempre en manos de un partido político. Así, su actuación está concentrada en los intereses nacionales que jamás son los del partido que gobierna sino los de la ciudadanía. Su marco de acción, entonces, es en esencia estatal antes que solamente gubernamental y no actúa promovido por coyunturas ni circunstancias, y mucho menos en función de agendas políticas; al contrario, el HdE suele ser intrínsecamente prospectivo, y aunque atiende a la inmediatez, casi siempre trabaja para el mediano y el largo plazo pues el Estado, que no tiene existencia finita, trasciende a los gobiernos. Por ello, sabiendo que su actuación es de tiempo limitado, jamás busca anclarse en el aparato del Estado y por eso no busca hacer carrera pública propia del respetable servidor público. Con lo anterior, el HdE sabe que su actuación es de servicio al Estado y no para servirse del mismo y advertido que su cargo no será para siempre, buscará maximizar su estancia pensando en aportar para su desarrollo. El HdE actúa imperturbable priorizando la razón de Estado, que es la razón superior, no siempre la de la mayoría. Al HdE no le temblará la mano a la hora de tomar decisiones, aunque a algunos o a muchos no les guste, de lo contrario, dubitando todo el tiempo, le hará daño al Estado y a la Nación que le han confiado el cargo conferido. El HdE jamás debe actuar para las tribunas sino para el Estado mismo y por ello, será aplaudido o vituperado. Finalmente, el HdE (civil, diplomático, militar, etc.,) deberá ser de acero, soportando el costo político de su actuación pública, solo así, sin proponérselo, quedará convertido en estadista

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