Hace exactamente un año, el Perú esperaba a que se contaran los votos de la elección que decidiría quién sería nuestro próximo presidente. Hace un año el Perú selló su destino.
Hoy, en junio de 2022, gran parte del país quiere a sus gobernantes fuera. De hecho, muchos peruanos creen que la caída de Castillo es inminente.
Sin embargo, nos negamos a mirar críticamente nuestro rol en la llegada al poder de alguien tan nefasto como Castillo. “No echemos culpas a quienes votaron por Castillo”, o “dejen de sentirse superiores por no haber votado por Castillo” son frases bastante comunes hoy en día. Pero si no hacemos una pausa para reflexionar, ¿qué garantiza que en el futuro no volveremos a cometer los mismos errores?
Como peruanos necesitamos urgentemente reflexionar sobre la manera en que votamos. No con ánimos de atribuir culpas, pero sí con la intención de aprender de los errores. No podemos eximirnos de responsabilidad. Al fin y al cabo, las personas que hoy nos gobiernan están ahí porque nuestro voto las puso. Tenemos que abrir un debate serio. ¿Qué es lo que hace que los peruanos queramos sacar a las autoridades que -con el voto- pusimos ahí hace un año?
Hoy, la demanda popular es “que se vayan todos”, y por lo menos parece haber consenso en torno a ese pedido. La pregunta es ¿qué viene después de que se vayan todos? ¿Qué nos asegura que no llegarán otros peores?
Sabemos lo que no queremos, pero ¿acaso sabemos lo que queremos? Los peruanos tenemos que empezar a hacernos las preguntas importantes. Tenemos que dialogar entre nosotros y empezar a hacer país. Urge que empecemos a forjar un norte claro para el país alrededor del cual nos podamos unir. De lo contrario, solo nos esperará más de lo mismo.