El último año he escuchado incontables veces a mi hermana suspirar la pregunta “¿qué será de nosotros?”. La respuesta siempre es la misma: “no lo sé”.

La incertidumbre electoral en la que se ve sumergida el Perú nos mantiene en esa misma respuesta –incluso a 5 días de las elecciones generales–. En una semana, dos candidatos –que podrían representar futuros antagónicos para nuestra nación– habrán pasado a segunda vuelta para disputarse el rumbo que tomará el Perú.

La sensación que yo tengo es que no seremos los peruanos quienes escogerán qué candidatos pasarán a segunda vuelta, sino el azar. El tremendo rechazo a todas las candidaturas presidenciales (y el empate técnico del que ninguna de ellas se ha podido librar) me lleva a pensar que los factores que determinen quiénes pasarán a segunda vuelta no serán las convicciones de una porción de peruanos imponiéndose sobre las del resto. Serán temas de suerte y de coyuntura: ¿Quién logró antagonizar más en los últimos días? ¿cuántas personas prefirieron no ir a votar? ¿cuántas viciaron su voto y cuántas fueron persuadidas en la fila de votar por un candidato que con las justas conocen?

Son un millón de factores poco relevantes, que en conjunto determinarán quiénes serán los candidatos con los porcentajes más altos (o al menos, lo suficientemente altos como para pasar al siguiente round).

Lo único que está claro es que –bajo ninguna circunstancia– aquellos candidatos que lleguen a la segunda vuelta estarán ahí porque “los peruanos los prefieren”. No. Los peruanos ya dejaron claro que no prefieren a nadie. Y así, día a día y mes a mes, el Perú se juega su futuro ciegamente.

¿Qué será de nosotros? Yo sigo sin saberlo. ¿Y ustedes?