Turquía, ubicada entre Europa y Asia, se ha convertido en el blanco de diversos atentados como el que acaba de suceder en la Plaza de Sultanahmet, en Estambul, cobrando 10 víctimas, todas alemanas. Teniendo como vecino a Siria, el país más convulso y violento del Medio Oriente, su condición geopolítica limítrofe lo ha involucrado en la compleja situación de ese país, volviéndose vulnerable. Voy a explicarlo. Al otro lado de la frontera, en territorio sirio, combaten desde hace casi 5 años los rebeldes de este país contra el régimen de Bashar al-Asad buscando defenestrarlo. Las tropas leales al presidente tirano, para acabar con los rebeldes, cuentan con el decisivo apoyo de Rusia. Ahora bien, no es un secreto que Turquía esté del lado de los rebeldes sirios, sino recordemos que el avión de combate ruso, que fuera derribado por la artillería turca en la zona de frontera, desnudó la afinidad de Ankara a la causa rebelde siria al verificar que los pilotos de Moscú en realidad no apuntaban a blancos del Estado Islámico (EI) como dijeron siempre y que en esa zona fronteriza están ausentes, sino a los rebeldes sirios.

En medio de este confuso escenario de guerra, el EI ha actuado a sus anchas y ya sabemos que no quiere a nadie ni a nada pues lo que busca es anarquizar todo el país mediante el terror, para luego consumar en los territorios de Siria e Iraq la refundación de su denominado califato. En este contexto, ¿será realmente el EI autor del reciente atentado?

Acumula en la falta de certeza, la detención de tres rusos en la víspera, la fragilidad del gobierno de Rayyip Erdogan y la fractura política turca donde incluso los kurdos bregan por su autonomía.