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La noticia de que he sido elegido como el Mejor chef del mundo es un encabezado llamativo que algún diario decidió sacar de un cajón del 2017 y desempolvarlo. La verdad, no sé bien a qué se debe “la generosidad”. Para mí es un misterio…

De repente, el miércoles me conecto a mi teléfono y encuentro muchas felicitaciones, mensajes de alegría, algunos parecían un poco exagerados. Y la verdad, me hicieron sentir que debo hacer aclaraciones, presentar los descargos.

La verdad de la historia. Antes de una premiación a restaurantes del mundo en la primera mitad del 2017, se repartió una encuesta entre los cocineros que participan de este ranking muy influyente, para responder a la pregunta de a cuál chef consideran como La Elección del Año. Y fui elegido. Me emocionó muchísimo, especialmente porque venía de colegas que admiro y que apreciaban mi trabajo, y hasta podían sentirse inspirados. Pero, para ser sincero, no me imaginé que aquí la noticia se entendería como que me había ganado un premio al Mejor del Mundo, y que fuese tan aplaudido por tanta gente que se sintiera como un triunfo nacional.

¿Qué representaría ser el Mejor Chef del Mundo? Complicado. Será el mejor cocinando, el más trabajador y consecuente, el mejor chef anfitrión, el mejor dirigiendo a un grupo, el más creativo, el mejor cocinando arroz, haciendo caldos. ¿Qué es?

No niego que se siente lindo cuando la gente te escribe mensajes con tanto cariño y cuando estudiantes te piden que firmes un libro con admiración. Eso nutre el ego de cualquiera, eso sí. Y entonces te pone en un lugar peligroso, donde puedes empezar a creer que llegaste a ser el Mejor. Y entonces, ¿qué sigue? ¿Cuál sería la motivación? Creo que importa más que sea solo el mejor que puedo ser y que tenga claro que eso se consigue cada 24 horas.

A reflexionar. Yo sé que no habrá lista mundial que diga que Central es número uno o cien, del mundo o del distrito de Miraflores (o próximamente Barranco), y que se sienta que es una verdad absoluta, o que cambie nuestra esencia y lo que aspiramos a conseguir. Las listas y premios existen, y con sus dobles filos son aún muy útiles para el país que somos y que queremos empujar hacia adelante. Esa visibilidad tiene un impacto brutal en turismo y todo lo que se desprende desde allí. El efecto puede ser positivo también para otros rubros, que a veces se ven alejados del fenómeno gastronómico. La gente viene masivamente a comerse el Perú. Y eso es lo más importante. La cuestión es que al final del día, todo lugar en la lista o todo gran premio es resultado de un montón de opiniones y eso te hace pensar, siendo más profundo, sobre a quiénes entregamos el poder de validarnos. Quiénes nos sentencian, nos aceptan, nos quieren, nos ponen nota. Inclusive, quiénes le ponen número a las personas.

A quiénes entregamos esa responsabilidad de “educarnos” en saber qué somos y cuánto valemos.

Acá en Central estamos satisfechos con el trabajo que hacemos y nada se detiene o se dispara por los reconocimientos. Si algo cambia, es la responsabilidad que es mayor.

Espero que noticias como esta no necesiten refrescarse de años anteriores para levantar nuestros ánimos. Seguro que en cocina tenemos muchísimos más éxitos y logros que celebrar todos los días. Como cocineros, más trabajo por hacer, para que sea o no reconocido, si es bueno y consistente, traerá cosas positivas. Y sobre todo, la satisfacción que frente al espejo te sientes el mejor porque diste todo. Al menos, el mejor en tu casa.

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