GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

El escenario de guerra que atraviesa el país ha convertido la esfera pública en un campo de Agramante en el que la mentira campea a sus anchas. Me decía un buen amigo que en la política peruana no importa tu trayectoria vital. “En política no importa la vida real, lo que importa es todo lo que te inventarán”. Por supuesto, muchas de esas posverdades (mentiras las llamábamos antes) son ridículas y hasta graciosas, pero la serpiente también es ducha en crear espejismos para las masas. El poder de los medios de comunicación en un mundo de percepciones es evidente. Con todo, la fuerza de la verdad es indestructible y tarde o temprano se abre paso. Esta es la base de la esperanza para toda la humanidad.

Sin embargo, no podemos negar que la posibilidad de un Bicentenario de unidad nacional se desvanece en el horizonte. La polarización ha alcanzado niveles insostenibles y lamentablemente se han creado facciones que difícilmente se reconciliarán. Estamos a punto de naufragar de manera irremediable transformando las barreras artificiales que nos separan en fronteras ideológicas y políticas que separarán al país por mucho tiempo. Las contradicciones han sido agudizadas hasta un punto de no retorno y del enfrentamiento surgirá un Perú distinto y en pie de guerra.

El Bicentenario, en tanto hito republicano, debería de movilizarnos mayoritariamente en pos de una agenda de consenso. Tendría que lanzarnos hacia el futuro, no enfrentarnos desde el pasado. La mayor parte de la población ignora por quién doblan las campanas y deposita su efímera esperanza en el momento jacobino. Solo los auténticos estadistas son conscientes de cuánto se destruye cuando no se logra evitar la confrontación. 

TAGS RELACIONADOS