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Hay ciertas cosas que no tienen fecha de vencimiento. Los frescos pintados en el siglo XIV por Ambrogio Lorenzetti en el Palacio Público de Siena, Italia, “La Alegoría del Buen y el Mal Gobierno”, bien podrían enseñarnos algunas cosas hoy.

¿Qué es un buen gobierno? ¿Cuáles son los efectos del buen gobierno y cómo se gobierna “bien”? Los frescos de Lorenzetti son un recordatorio de que el buen gobierno está caracterizado por la justicia, la concordia y la sabiduría. Sus efectos son la paz y el bienestar, lo que en el siglo XIV se traducía en ciudades donde había trabajo, comercio, crecimiento y prosperidad.

Hoy, nosotros hemos tenido que esperar a que el Presidente pierda popularidad en las encuestas y que el Premier renuncie para empezar a cuestionarnos acerca de la sustancia de su gerencia. La lucha contra la corrupción ha sido el lema del presidente Vizcarra durante el inicio de su gestión, pero mientras la reestructuración del sistema de justicia sigue su curso, el presidente debe, pues, gobernar.

Necesitamos un Ejecutivo y Legislativo que administren en conjunto. No requerimos solo de un Vizcarra, sino de un gobierno con el liderazgo necesario para producir la confianza que atrae a las inversiones que generan empleo, con un sistema de justicia que parta de uno de los principios básicos de la democracia, la independencia de los poderes, y que se fundamente en algo que verdaderamente hemos echado de menos estos últimos años: la concordia.

Hoy nos vemos sumergidos en una serie de vaivenes y remolinos que parecen no tener salida. El bienestar generador del trabajo aún no se percibe. De confirmarse las proyecciones económicas publicadas el pasado domingo por el diario El Comercio, el crecimiento del PBI de este último enero sería el más lento de los últimos 13 meses.

Es pues tarea urgente del presidente Vizcarra empezar a consolidar un buen gobierno para un Perú que lo necesita más que nunca.