En mi opinión, la inminente proclamación de Pedro Castillo como futuro presidente del Perú implica que una parte importante de nuestras energías debería estar concentrada en inquirir todo lo que podamos sobre cómo será un eventual gobierno suyo.

El caos que ha significado el mes de junio ha permitido que Castillo se mantenga relativamente callado. De hecho, las apariciones públicas que tuvo la semana pasada fueron prácticamente las primeras desde el 6 de junio. Esto quiere decir que la información que hasta ahora manejamos sobre su eventual gobierno es muy pobre. Las últimas semanas le hemos dado demasiado espacio a Castillo, lo que le ha permitido no dar entrevistas o responder a preguntas de la prensa, y eso solo nos perjudica a nosotros.

Si bien es cierto que en los últimos días Castillo ha exhibido un cambio de guion bastante dramático, que busca dar indicios de moderación económica y propalar calma, el hecho es que no sabemos lo suficiente sobre sus intenciones y motivos. Hace falta preguntarle más. ¿A qué se debe este cambio de guion? ¿Pretende mantenerlo? ¿Quiénes son sus hombres (o mujeres) de confianza? Hay demasiadas cosas que aún no sabemos sobre él.

Quizás no nos hemos dado cuenta todavía, pero el contexto alborotado que vivimos ha logrado que dejemos de lado a alguien a quien deberíamos estar escuchando con las orejas bien paradas. Y no solo escuchándolo, sino exigiendo compromisos de su parte, haciéndole preguntas incómodas, y todas esas cosas que se hacen con alguien que tendrá (muy probablemente) al mando nuestro país. En menos de un mes tocaría que juramente como presiente. Mínimo, nos corresponde conocerlo bien, ¿no?