Es positivo que el Ministerio Público tenga la intención de reformarse en medio de la turbulencia en que se encuentra luego de las declaraciones de Jaime Villanueva, quien si bien en los últimos meses fue asesor de la suspendida fiscal de la Nación, Patricia Benavides, antes pasó varios años merodeando la cúpula de esa institución que se ha convertido en una olla de grillos y que desde hace un tiempo se dedica a cualquier cosa antes que a perseguir el delito.
Desde este espacio señalé que si bien el Ministerio Público necesitaba una reforma, esta no podía venir desde el Congreso plagado de impresentables y prontuariados con evidentes intereses puestos en los fiscales que los investigan; ni desde la Junta Nacional de Justicia (JNJ) que hace pocas horas ha visto expulsados a dos de sus miembros, mientras el resto, empezando por su presidente, afronta serios cuestionamientos.
Bien que el fiscal de la Nación, Juan Carlos Villena, haya hecho el anuncio de la reforma, lo que al menos es una admisión de que algo anda mal en su institución. Sin embargo, si solo se trata de “actualizar” y “modernizar” el Ministerio Público, no vamos a ninguna parte. Acá hay que entrar a fondo para que no sigamos con casos “emblemáticos” que terminan politizados, manoseados y sin sentencias a la vista.
Pero más allá de fiscales más que cuestionados como Pablo Sánchez, Zoraida Ávalos, Patricia Benavides, Vela Barba y Domingo Pérez, es necesario ir también a las instancias inferiores, esas que trabajan sin tener encima los reflectores de la opinión pública, pues es allí donde se libera a delincuentes de alta peligrosidad, se dejan vencer los plazos y se labora sin pensar en el ciudadano de a pie que es perjudicado por su mal desempeño.
Un país golpeado por la corrupción y la delincuencia común no puede tener un Ministerio Público como el actual. Está bien, que ni el Congreso, la JNJ ni otra entidad metan la mano en la necesaria reforma anunciada, pero si esta va a ser un simple retoque y una pintadita de fachada, no se pongan a gritar después en alianza con sus escuderos mediáticos que los quieren “intervenir”. Demuestran que están a la altura del reto que la calle exige.