La reforma política que buscó impulsar la participación ciudadana puso énfasis en la facilidad para inscribir partidos, flexibilidad de creación sin necesidad de firmas y rigidez para su operatividad exigiendo militancia, elecciones primarias y vida partidaria. Se puede decir que la idea del partido propio, nacida de una reunión amistosa, resulta la chispa creadora de una organización que pretende alcanzar el ejercicio del poder, cuando los partidos nacen con la finalidad de representar los legítimos intereses de los distintos gremios en una comunidad política, compitiendo en su interior para conciliar voluntades, elegir a su líder y al comité que lo acompañe en su trabajo al interior y exterior del partido como institución.

El futuro de un partido político dependerá del grado de identificación del electorado con sus ideas y planteamientos, que se mide con su éxito o fracaso en las urnas. Por eso, la reforma política se construye a partir de una sociedad organizada y desde sus instituciones intermedias; mientras más fuertes sean, más sólida será la representación política. En conclusión, una reforma al sistema no es fruto de un experimento a ciegas, supone el ajuste o cambio necesario tras acumularse experiencia, para mantener lo que funciona y corregir sus problemas.

A la luz de esta campaña electoral, las reformas constitucionales de no reelección inmediata de congresistas, la eliminación de la inmunidad parlamentaria y que la propaganda electoral en medios sea sólo mediante financiamiento público indirecto, son tres modificaciones que han complicado la vida y desarrollo de una clase política en el país; sendas reformas cuya finalidad parte de la idea que los políticos son un mal necesario y presumen su futura corrupción, cuando el sentido de cualquier innovación al sistema político se inspira en promover su consolidación en el tiempo.