Una primera cosa que se puede deducir del gobierno de Perú Libre en su corta vida es que, a partir de designaciones antojadizas y desacertadas, está buscando copar todos los espacios del aparato estatal que estén a su alcance. Con cada día que pasa, se hace más evidente que el Congreso ocupará, en el tiempo a venir, no solo el más importante, sino posiblemente el único espacio político e institucional desde el que se puede ejercer una oposición y fiscalización responsables frente al gobierno.

Para mí, esto implica un cambio radical en cómo el Congreso se proyecta hacia la ciudadanía y la manera en que nosotros percibimos al Congreso. Esto supone revertir la erosión de la credibilidad que hoy en día se asocia a esta institución, para que el Hemiciclo vuelva a ser un lugar que inspira respeto, donde convergen todos los colores ideológicos y se dialoga con respeto, pero sobre todo con resultados.

Muchos congresistas que hemos tenido en los últimos años han contribuido al deterioro de las formas y las normas sociales que rigen en el Hemiciclo. Hoy, sin embargo, los miembros del Parlamento no pueden darse el lujo de perder el tiempo insultándose unos a otros ni discutiendo temas de poca trascendencia.

¿Qué debemos exigirles a nuestros nuevos congresistas, entonces?

Primero, que lleven a cabo una oposición responsable, unida en torno a objetivos macro que trasciendan las rencillas y resentimientos que inevitablemente existen entre bancadas.

Luego, que se empeñen en mantener viva la coalición opositora sólida que tendrá que hacer frente a los proyectos más peligrosos que vengan desde el Ejecutivo.

Finalmente, que estén a la altura del desafío que les ha tocado enfrentar, y que acojan con seriedad el rol que les ha tocado asumir.

Es hora de que sean los verdaderos representantes de los peruanos. No nos defrauden.