En un mundo convulsionado en el que se oye tambores anunciando la posibilidad de una tercera guerra mundial, la guerra en Ucrania, el genocidio de palestinos en Gaza por Israel y la violación de la Embajada de México en Ecuador para detener al exvicepresidente Jorge Glas, la presidenta Dina Boluarte protagoniza un escándalo cambiando sus posibles explicaciones sobre el uso de los relojes Rolex. Primero eran de “antaño” y luego “prestados” por el gobernador de Ayacucho, Wilfredo Oscorima, además de que sus joyas serían “bisutería fina”.
En el Perú, de diez presidentes durante la vigencia de la Constitución de 1993, ocho son vinculados a hechos de corrupción y están presos, sentenciados o investigados, uno se suicidó y la presidenta Boluarte da versiones inverosímiles cuando la economía y la sociedad van en picada siendo la desigualdad y la pobreza problemas lacerantes no resueltos.
El manejo centralista de los recursos del Estado obliga a las autoridades subnacionales, gobernadores, alcaldes, rectores y directores de ministerios a viajar a Lima tras aprobarse el Presupuesto General de la República, para visitar a los funcionarios que autorizan la ejecución a fin de lograr los desembolsos a tiempo.
Los llamados “diezmos” u “obsequios” se han constituido en práctica común en el manejo del dinero público a partir de la decisión centralizada de ellos. Estos mecanismos perversos para lograr desembolsos de ejecución presupuestal generan delitos de colusión, cohecho y otros.
Romper con el centralismo volviendo la ejecución presupuestal autónoma para los niveles subnacionales a partir de la estandarización de los procesos y proyectos desde el propio Ministerio de Economía y Finanzas, es una política que ayudaría a reducir los altísimos niveles de corrupción en todos los niveles del Estado.