Represión y ruptura
Represión y ruptura

El camino de la represión torpe e indiscriminada que ha tomado el gobierno de Maduro es insostenible. Esa opción trae en sí misma el germen de, primero, el resquebrajamiento de la unidad en el frente oficialista (que cada vez es menos monolítico) y, segundo, de la ruptura que crea tendencias y facciones gubernamentales.

Diosdado Cabello tiene hoy suficientes incentivos para que la estrategia puesta en marcha por Maduro fracase estrepitosamente: victimizarse mostrando caídos del lado chavista tras las protestas, incordiar para que la unidad de la oposición no se consolide y tender "ramas de olivo" para un supuesto diálogo por la paz.

La pregunta ahora es cuánto aire tendrán las organizaciones civiles para mantener las protestas pacíficas a nivel nacional, y cuánta gasolina y plomo habrá del lado chavista para reprimirlas.

El camino del no retorno que ha invocado Leopoldo López luego de su detención, resumido en la frase "no rendirse", es decir, continuar con las movilizaciones, contrasta en cierta forma con la posición menos confrontacional de Henrique Capriles. Pero tarde o temprano, y mientras el país se siga cayendo a pedazos económicamente, el no oficialismo venezolano seguirá engrosando sus filas, incluso con simpatizantes chavistas que empiezan a temer por su futuro inmediato, y la unidad será la única manera de terminar con este capítulo nefasto de más de 14 años.

No quiero cerrar esta columna sin mostrar mi total rechazo a la posición mostrada por el Frente Amplio de Izquierda del Perú al avalar el autoritarismo y la represión del chavismo en Venezuela. Es una de las tantas explicaciones de por qué la izquierda peruana está como está.