Por alguna razón, que quizá tenga que ver con la falta de conocimiento que tenemos sobre las instituciones, estamos sorprendidos por el buen manejo, hasta el momento, de la Fiscalía y el Poder Judicial en el caso “Lava Jato”. Somos testigos de cómo, a su ritmo, probablemente el que le dicta la ley, vienen administrando justicia.

En el Perú y en América Latina, se vivió en los años pasados, un estado de corrupción en el sector construcción casi impensado pues a partir de un grupo de empresas, todas brasileñas, se instauró un régimen ilegal que hace que cualquier proyecto hecho por ellos esté manchado, haciendo casi imposible que se piense que alguno ha sido logrado correctamente. Todo lo relacionado con las empresas incursas en “Lava Jato” es corrupto a priori y las personas que trabajaron en ellas o que les prestaron un servicio son miradas con sospecha. Eso es lo terrible, no separar la paja del trigo.

Hoy debemos apreciar que desde una institución autónoma como la Fiscalía y desde el Poder Judicial, la hermana huérfana de los poderes del estado, hayan venido las acciones que podrían rescatar el Estado. Ambas instituciones nos enseñan cómo se puede actuar correctamente cuando profesionales serios luchan, como en épocas de Montesinos, por alcanzar la verdad. Estos jueces y fiscales deben ser apoyados para que cumplan su labor en estricto rigor legal, sin presiones.

El Poder Ejecutivo y el Legislativo deben dotar a ambas entidades de los recursos humanos y económicos necesarios para aplicar la ley y limpiarnos de la corrupción. Ello puede llevarnos a un nuevo momento en la historia del país donde, por fin, todos respeten la ley.

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