Es un hecho que hoy día el mundo está en guerra frente a un enemigo del que se sabe muy poco. Por eso, es también un hecho que prácticamente todas las acciones que los gobiernos vienen tomando ante este enemigo, se van construyendo a partir del ensayo y error. El Perú no es una excepción.

Al aprender de los éxitos y errores de otros –y los nuestros– vamos encontrando, lentamente, qué es lo que funciona mejor para las particularidades de nuestro país. Estamos ante una situación completamente nueva para la humanidad, frente a la que lo peor es la inacción. Todos buscamos respuestas. Todos queremos saber cuándo terminará todo esto, pero la verdad es que todavía nadie lo sabe.

Todos queremos retomar la normalidad, o buscamos saber, al menos, cómo será esa nueva normalidad de la que tanto se habla, y –principalmente–, saber cuando llegará, pero tampoco para estas preguntas tenemos hoy respuestas.

En este contexto tenemos que mirar a los puntos de luz que se vislumbran al final del túnel, a las estrategias que en el mundo van mostrando que nos pueden guiar hacia la tan ansiada victoria sobre el enemigo común, acatar y resistir. Si hay un momento para hacerle caso a lo que está diciendo el gobierno, a quien por designio popular le corresponde liderar a su pueblo hacia la liberación, es ahora, porque cualquier cosa es mejor que la inacción en una crisis, y la que estamos viviendo no es ninguna excepción.

Este virus no es democrático, porque no tenemos un sistema de salud democrático. Pero esto no es algo nuevo. Lo nuevo son las circunstancias. Como especie humana, y más especificamente como peruanos, hemos logrado y construido grandes cosas. Hemos sobrevivido catástrofes y superado obstáculos para lograr coexistir en paz. Hoy más que nunca tenemos que mostrar tenacidad frente a las difucultades. Solamente la adaptabilidad y la resiliencia nos van a sacar de esta crisis