Al cierre de esta columna, el Congreso no culminaba el debate sobre la vacancia presidencial planteada por la congresista Patricia Chirinos (Avanza País) pero las opciones no se habían diluido del todo.

¿Qué debía esperarse? Pues la imperiosa necesidad de que la mayoría de bancadas coincidan en que era necesario que Pedro Castillo explique al país cómo fue que el consorcio Puente Tarata III ganó una licitación de 232 millones de soles después de que la asesora de una de las empresas integrantes del consorcio, Karelim López Arredondo, lo visitó en Palacio y en su casa de Breña. Cómo fue que se impuso por 27 céntimos sobre otro consorcio que compartía a un mismo dueño y cómo fue que apareció en el baño del secretario general de Palacio, su hombre de mayor confianza, nada menos que 20 mil dólares.

La izquierda hipócrita, farisea, doble moral y vendida al poder quiere hacernos creer que la vacancia es atentar contra la “gobernabilidad”, es “golpismo” y no aceptar el resultado “democrático” de las urnas. Es un discurso de letrina, un vómito intelectual, las excretas de una nauseabunda ideología. Lo mínimo que merece la cobardía de un presidente que se esconde debajo de la alfombra y se niega a responder por hechos más escandalosos que los que motivaron la vacancia de PPK y Vizcarra es que vaya a rendir cuentas al Congreso, que explique estos hechos malolientes y que hieden a cutra pura. Será una vergüenza cada voto en contra del pedido de Chirinos y quedará para la historia. Por eso, esperemos que ese remedo de jefe de Estado esté pronto en el hemiciclo, sin gorro ni sombrero, explicando lo que debe explicar, en el marco de una democracia que felizmente otorga las herramientas para -tarde o temprano- defenestrarlo.