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Durante mi vida en el sector privado, siempre tuve el interés de buscar el progreso de los peruanos; mi hoja de vida lo demuestra. Postular al Congreso de la República no fue una decisión sencilla tras una vida de arduo trabajo, aunque tenía claro que había llegado la hora de entrar al quehacer público y servir a mi país desde otro ámbito.

La campaña fue dura y compleja, con tensiones que no supimos aliviar desde el inicio. Hubo momentos en los que demostramos ser capaces de trabajar en conjunto, Ejecutivo y Legislativo, para lograr metas importantes. Sin embargo, estos no fueron suficientes. Es importante hacer un mea culpa, se lo debemos a los ciudadanos.

Que me eligieran como presidente del Congreso fue una señal de consenso que buscaba establecer un puente entre ambos poderes del Estado para trabajar en una agenda conjunta que beneficie a los que más lo necesitan. Lamentablemente, no pudo ser.

Hoy, los magistrados del Tribunal Constitucional tomarán una importante decisión sobre la crisis política que viene desarrollándose en el Perú: admitir o no la demanda competencial presentada por el Congreso de la República. Su decisión sentará precedentes importantes en el desarrollo de nuestra democracia.

Aceptar el quiebre arbitrario del orden constitucional implica, ad portas del bicentenario, admitir un fracaso más en nuestra vida política y el colapso de nuestra democracia tras 25 años en orden, creciendo con el mayor éxito en la disminución de los niveles de pobreza en casi un siglo.

El pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre el fondo de nuestra demanda nos permitirá dilucidar los cuestionamientos a la decisión de Martín Vizcarra de disolver el Congreso a través de una “negación fáctica” de la cuestión de confianza. Nos permitirá mirarnos ante la historia como una nación que supo resolver sus problemas por medio de sus instituciones y la ley. De lo contrario, la historia volverá a señalar a nuestra generación como una que fue incapaz de resolver la crisis que vivía.

¿Se pudo actuar diferente? ¿Mejor o peor? Solo el tiempo, que nos dará perspectiva, y sus efectos nos podrán acercar a la verdad de lo que sucedió. Por ahora, nos vemos embargados en la pasión política, las ilusiones, los odios y miedos. El implacable juez del tiempo será quien pase el veredicto final a los que hoy hemos sido actores en esta situación.

Cuando esto ocurra, mi consciencia seguirá tranquila. Juré, como congresista, nunca alejarme de la Constitución. En todo momento he buscado mantener la legalidad e institucionalidad más allá de las circunstancias, y soluciones a través de los mecanismos constitucionales de nuestro ordenamiento jurídico.

Pocas veces las personas tienen la oportunidad de vivir acontecimientos que marcan la vida de una nación. Las decisiones que se tomen afectarán la credibilidad de las instituciones, y la certeza de que este país es regido por las leyes y sus instituciones, y no por las ideas y creencias de unos pocos. Como presidente del Congreso de la República, aceptaré la decisión que se tome, ya que habré respetado mi juramento: hacer cumplir el texto constitucional.