Patéticas las declaraciones del eterno alcalde de Los Olivos, Felipe Castillo, quien en las últimas horas ha tratado de justificar la ineficiencia y dejadez de su administración, al momento de hacer su trabajo y fiscalizar la realización de eventos clandestinos como el llevado a cabo en una discoteca que operaba en plena prohibición de reuniones a causa de la pandemia en una zona muy visible, cerca del cruce de Panamericana Norte con Universitaria.

Este señor que ha ocupado el cargo por casi 20 años primero dijo, luego de varias horas de la muerte de 13 personas, que no sabía si el local contaba con licencia, lo cual era irrelevante porque igual las reuniones están prohibidas por el estado de emergencia. Por donde se mire era un evento clandestino. Más tarde argumentó que no tenía personal para fiscalizar, que es una de sus principales funciones, más ahora en la coyuntura que vivimos.

Pero el colmo vino ayer cuando a través de RPP, el alcalde Castillo dijo que su única responsabilidad en los hechos que han provocado la muerte de 13 personas, está en el ámbito “estrictamente emocional”. Si es así, ¿entonces para qué los peruanos elegimos alcaldes cada cuatro años? ¿Para dormir a las nueve de la noche y lavarse las manos una vez que sucede una tragedia en sus propias narices? La frase es de antología.

En estos lamentables hechos, la principal responsabilidad es de aquellas personas que acudieron a la fiesta sabiendo que están prohibidas las reuniones sociales. Pero un alcalde con tantos años en la gestión no puede venir a lavarse las manos de la forma en que lo está haciendo el burgomaestre de Los Olivos. Sus vecinos deberían vivir muy preocupados al ver que su autoridad local que duerme a las nueve de la noche y luego no sabe y no opina pese a los 13 muertos.

Lo sucedido en el mencionado distrito en la noche del sábado, debería servir de lección a todos esos alcaldes del país que son muy eficientes a la hora de prometer y pedir los votos de sus vecinos, pero que una vez en sus cargos y frente a los problemas que los aquejan, que siempre son muchos, no saben qué hacer y echan la responsabilidad a otros. Felizmente está prohibida la reelección de burgomaestres, por lo que Castillo no volverá a ser elegido.

TAGS RELACIONADOS