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A veces parece que la fatalidad se ensañara con el Perú, pero esa idea termina volviéndose parte de una excusa para intentar explicar nuestra tendencia a torpedearnos el camino con mano propia. La información sobre la sanción de Paolo Guerrero, a raíz de un resultado analítico adverso en la prueba de doping que se le realizó el 5 de octubre luego del empate contra Argentina en Buenos Aires, fue el café cargado con el que empezamos el viernes. Aunque lo cierto es que el rumor, que terminó adquiriendo forma de noticia, vio la luz en algunas redacciones mucho antes; pero, claro, era irresponsable lanzarse con tremenda especulación sin los elementos mínimos para darle validez. Sin embargo, para la mañana del 3 de noviembre, el pánico colectivo ya se había desatado en las redes sociales.Más allá de las consecuencias de este hecho, resulta interesante reparar en el papel de las redes: el fungir de periodistas, de dueños de la verdad, se torna cada vez más peligroso para quienes son asiduos a estas herramientas. Se comenzaron a lanzar hipótesis, se habló de sustancias, se involucró a más jugadores y todo en tiempo récord, sin ningún reparo ni respeto por nadie. Fueron cerca de siete horas de absoluto libertinaje, cómico y preocupante. En fin.Paolo Guerrero atraviesa, quizá, el momento más difícil de su carrera y, por supuesto, el séquito de hinchas que cosechó a lo largo de una carrera incuestionable hará bien en apoyarlo a la manera que crea conveniente; pero es importante tener en cuenta que lo que sobre el papel se está castigando es el hecho de haber cometido un error, de incurrir en un ilícito y eso debe pagarse. Es normal apoyar al jugador; aunque adquirir una postura de víctima es algo que ni siquiera Guerrero ha hecho. Por ello, quienes lo admiran y respetan tampoco pueden permitirse caer en eso.Lo más importante, lo más grave a estas alturas, es el golpe anímico brutal que esto representa para la selección peruana a pocos días de afrontar el primero de los dos partidos más importantes de los últimos 30 años. El líder de esta selección se ha visto envuelto en un asunto complicado y no estará más en el equipo. El grupo de jugadores que entrenó ayer en la Videna no pudo ocultar el semblante categórico de la fatalidad, al igual que el comando técnico y el resto de miembros de la FPF que se dejó ver. Es normal. Lo que toca ahora es voltear la página, no a Guerrero, sino a la selección peruana; porque la selección continúa y cumplir el sueño sigue estando en su fuero. Hagamos nosotros lo que nos corresponde y brindemos el respaldo incondicional de siempre a este proceso, a este equipo que nos devolvió la sonrisa y nos la puede hacer eterna.