Es de esperarse que tras ver la situación en que se encuentra el gobernador regional de Arequipa, Elmer Cáceres Llica, los peruanos dejen de creer de una buena vez en los encendidos discursos de esos autoproclamados “hijos del pueblo” que de agitadores e incendiarios pasan a convertirse en autoridades locales, para luego acabar en líos con la justicia por actos de corrupción.

Cáceres Llica ha sido el típico personaje izquierdista antisistema, radical y odiador que de manera inexplicable llegó a ser el gobernador de una de las regiones más importantes del Perú, solo para mostrar que además de todo lo mencionado, era un tremendo incapaz, como lo demuestra el pésimo manejo que hizo de la emergencia provocada por el COVID-19.

Ahora Cáceres Llica, quien casi se sentía un predestinado y el salvador de Arequipa, ha ido a parar a un calabozo de manera preventiva, al ser señalado por el Ministerio Público como miembro de una presunta banda de sinvergüenzas y hampones que llegaron a la administración pública para llenar sus bolsillos “revolucionarios”.

Hace tiempo los peruanos debimos darnos cuenta que la demagogia y los discursos encendidos y cargados de prédicas de “justicia social”, no son garantía de eficiencia y honradez. No nos dejemos sorprender nuevamente. Ya deberíamos estar curados de esta clase de personajes.