Huancayo explotó. Siguiendo una ruta in crescendo, la intensidad de la protesta juninense llegó a su clímax ayer viernes. Empezaron los transportistas a inicios de semana. Su sumaron los agricultores. Y finalmente, hasta las amas de casa dijeron presente. Ayer se calculaban en casi 10 mil manifestantes en esa ciudad. El alza de precios de los combustibles, de los fertilizantes y de los productos de pan llevar en general, son los principales gatillos de la protesta.
Desafortunadas declaraciones del presidente Castillo, acusando a los líderes de las movilizaciones de ser pagados para desestabilizarlo, no hizo sino echar gasolina al fuego. Además, el gobierno envió a tres ministros -Desarrollo Agrario, Cultura, Comercio Exterior- carentes de peso político y de experiencia en manejo de conflictos. Entonces, ayer el vandalismo se abrió paso. Saqueos de tiendas, incluyendo las de malls, rotura de vidrios y del mobiliario del Gobierno Regional de Junín, y otros desmanes, se entrometían en la protesta.
Escucho a dirigentes que señalan que ellos votaron por Castillo pero que el presidente no les hace caso. Tarde pues. Sin embargo, algo hay que hacer. Junín es la principal despensa de Lima. Y Huancayo una ciudad de gente culta. Cuidado, no nos ceguemos en la capital. Escuchémoslos, que por algo están alterados , señor presidente.
Huancayo no es la única, sólo la más fuerte en la protesta. La nación-huanca dijo “basta”. La reaparición del fantasma de la inflación y la inminente crisis económica que se viene, unido a la evidente incapacidad del gobierno para hacerle frente, lograron lo que reiterados intentos de parte de la oposición no logró con sus reiterados pedidos de vacancia presidencial. Y la razón es muy simple: a la gran masa de peruanos no les interesa la política ni les motiva conocer de ella, pero todos ellos tienen un supino interés por sus economías. Ahí se acaba el verso.