Para no creerlo. Adiós a los corredores humanitarios acordados en Bielorrusia entre los representantes del gobierno de Ucrania y los de Rusia, inicialmente. La brutal orden del gobierno de Vladimir Putin es bombardear los caminos por donde los civiles ucranianos huyen de la guerra, en la inocultable macabra intención de impedir que se pongan a salvo. Miro con mis propios ojos -excúseme del pleonasmo, respetable lector-, los videos, siempre de diferentes fuentes, para tener una opinión cabal e imparcial, de cómo hombres, mujeres, niños, ancianos, enfermos, etc., deben escapar de las bombas de mil maneras para no terminar destrozados por la ferocidad de las armas del enemigo.

Rusia y sus gobernantes hace rato han cruzado el umbral de lo permitido en los actos de combate de conformidad con los Convenios de Ginebra de 1949, instrumentos jurídicos que fueron aprobados por la sociedad internacional cuatro años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), en la idea de que no se repita el holocausto judío y otras formas de exterminio durante los conflictos armados.

Es una mentira completa que sostiene que en la guerra todo vale pues es exactamente lo contrario. En efecto, el clásico derecho de la guerra, hoy llamado derecho de los conflictos armados internacionales o no internacionales, es lo más regulado que existe en el mundo del derecho, y uno de sus mayores desarrollos está precisamente en la protección de los derechos humanos en lo que se denomina el núcleo duro de derechos.

El derecho internacional humanitario existe y no para evitar las guerras como algunos creen, pues no es su objeto impedirlas, sino minimizar o atenuar las acciones bélicas en el objetivo de proteger a quienes no intervienen en el combate por hallarse en medio de las hostilidades, o sea, los civiles.

Putin sabe de memoria las obligaciones de Rusia respecto de todo lo concernido en los referidos Convenios de Ginebra sobre DIH pero no le importa sino el objetivo de tomar militarmente la ciudad de Kiev, capital de Ucrania, conforme el plan que ha tenido en mente desde hace varios años, es decir, incorporar la península ucraniana de Crimea -ya lo consiguió- y ahora apropiarse de toda la región del Donbás.

La desesperación del bárbaro presidente moscovita por no aparecer como derrotado en esta guerra lo está llevando a despreciar las reglas básicas del convencionalismo y en esa arremetida solo gana imputaciones por crímenes de guerra. Es lo que le esperará.