Desde el instante en que Rusia reconoció a las provincias separatistas ucranianas de la región del Donbás como repúblicas independientes, estaba cantado que la invasión de Ucrania se daba por descontada. Era la consecuencia de un plan desarrollado por Vladimir Putin desde que llevó adelante la anexión de la península de Crimea en 2014. La idea dominadora del presidente ruso, entonces, es consumar la división geopolítica de Ucrania, y así mostrar su dominio en la región bajo la denominada área de influencia que ha venido defendiendo desde mucho antes del pasado 24 de febrero en que se inició la invasión propiamente dicha. Para Moscú recuperar los espacios territoriales que fueran parte de la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.) es un objetivo nacional en la idea de saciar el frustrado imaginario moscovita de  mostrar la enorme nación que tuvo espacio y rol relevante en las relaciones internacionales luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) en la etapa registrada como la Guerra Fría y el mundo bipolar. De allí que Putin lleva adelante cualquier negociación con Kiev sobre la base de un reconocimiento de la nueva realidad geopolítica que hasta ahora no sabemos si lo conseguirá en un marco de negociaciones empoderado -escenario solamente probable en la medida que logre tomar la capital de Ucrania-, o en un estado de completa vulnerabilidad por las consecuencias que pudieran seguir produciendo la estrategia de sanciones financieras y comerciales emprendida por EE.UU. Rusia como Ucrania ya han comenzado a mostrar signos de desgaste en todos los órdenes que pudiera comportar la situación del conflicto en Europa del Este y es probable que la conflagración bélica bilateral produzca más escenarios de negociaciones en adelante. Ni a los directamente concernidos ni a nadie en la comunidad internacional conviene seguir manteniendo una guerra cada vez más con signos de encarecimiento sin que ello suponga la detención de las hostilidades por negociaciones que sigan emprendiendo. Los rusos saben que no pueden salir perdedores y por eso arrecian en las últimas horas buscando imponer en la mesa sus referidas pretensiones geopolíticas. Veremos que sucede con la actuación de EE.UU. que ha decidido no ingresar en colisión militar con Moscú por un asunto estratégico.

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