En pocas oportunidades celebramos la vida y el amor. Desafortunadamente son muy pocos los que en el siglo XXI tienen la oportunidad de hacerlo. Anoche participé en una celebración de amor y de vida familiar. Unos queridos amigos celebraron sus 25 años de casados, que casi nadie cumple ya, rodeados de sus hijos, hermanos, familia y amigos. Ellos, sin mucho ruido, han constituido una linda familia que ha ido fortaleciéndose a lo largo del tiempo justamente a partir de momentos de celebración y otros de trabajo y complicaciones.

Ayer se volvieron a casar, rodeados de sus hijos y sus amigos. Muchos de los cuales los acompañaron también hace 25 años en su primer matrimonio. Me pregunto: ¿cuántos de nosotros logramos en el siglo XXI llegar a 25 años de casados con la misma pareja? ¿Cuántos lo hacemos sorteando tiempos felices y de problemas? ¿Cuántos los volvemos a celebrar porque estamos tan contentos con la vida que nos ha tocado que queremos reeditarla? ¿Cuántos tenemos tantos amigos que son capaces de viajar lejos de Lima para acompañarnos en la celebración? No muchos.

Ayer estuvimos en una celebración a la vida, al amor, a la familia y a los amigos. Lo que verdaderamente importa y tantas veces olvidamos. Mis amigos Rafael y Maricarmen nos han dado una lección y estoy segura de que seguirán haciéndolo. ¡Felicidades!