Hace unos días leí que una persona, tras su fallecimiento, había logrado salvarles la vida a seis pacientes que esperaban una donación de órganos. Esa alegría que a uno le trasmite este tipo de buenas noticias se apagó cuando la información venía acompañada por otro dato no menos importante y fundamental: el 25% de los peruanos no acepta que otros utilicen sus restos vitales.
La gran pregunta es por qué los ciudadanos no desean donar sus órganos y tejidos, y aquí entran a tallar los medios de comunicación. Por eso recuerdo que, durante la década de los noventas, los noticieros y los diarios abordaban el tráfico de órganos a cargo de bandas criminales que secuestraban al paso, te llevaban a un quirófano ambulante y te lanzaban por un río con un corte en tu espalda, sin un riñón. Hasta películas marcaron del susto.
Estas historias aún han quedado en el subconsciente colectivo del país, donde, por lo visto, una gran mayoría de peruanos cree que si registras en tu DNI ser un donador de órganos en caso de deceso, las mafias van a ir detrás de ti para sacarle todo y venderlo en el mercado negro. Entiendo que en la época de las noticias falsas era difícil desmentir aquellas versiones, pero ahora que todo el mundo está conectado, algo podemos hacer por cambiar la historia.
El 23 de mayo se celebrará el Día del Donante de Órganos y Tejidos, una fecha interesante para desmitificar la versión malintencionada de que los cazariñones y los sacacórneas irán tras las personas que desean salvar vidas. En los registros del sistema de salud existen miles de pacientes a la espera de, llegado el momento, recibir la voluntad expresa de aquél que nos dejó. Las historias de éxito científico ayudan mucho a convencer a esas mayorías de cambiar de actitud.