Este mes de febrero, no solo la sensación térmica del clima agobiará al país con sus termómetros enervados y hoscos. El ambiente político calentará tanto o más y por lo menos un “pez gordo” tropezará con las redes de la justicia en un hecho con pocos precedentes en la historia del país. Algunas fuentes del Ministerio Público ya han alertado lo que se viene y existe un primer transcendido con nombre y apellido: Alejandro Toledo. Sería el primero por quien la Fiscalía pediría su detención en base a las cuentas halladas a su amigo Josef Maiman en Reino Unido, dinero que provendría de una coima de Camargo Correa por la adjudicación de un tramo de la Interoceánica Sur. El líder chakano, sin embargo, está en plan de escape. A su abrupta salida del país, en medio de intensos rumores sobre medidas en su contra, Correo demostró que fue falsa su versión de que había viajado para cumplir con sus obligaciones de profesor en la Universidad de Stanford. Una mentira más en una cadena de falacias torvas que muestran su talante como político y ser humano. Por eso, nadie debe sorprenderse de que ante la tardía decisión del MP encontremos que Toledo huyó a otro país, quizá a Israel, con la idea de denunciar una persecución política, insistir en su letanía de culpar al fujimorismo y tratar de obstaculizar por todos los medios un proceso de extradición. Si la justicia lo llama, responderá de acuerdo con su talante, el del dinero del holocausto y la negación de Zaraí. Responderá como lo que es, un mitómano contumaz que se llenó la boca presentándose como un soldado incansable de la lucha contra la corrupción, un mártir de la Marcha de los Cuatro Suyos, el prohombre que se tumbó a la dictadura fujimontesinista pero que al final -todo indica- compartía los mismos valores que Nicolás de Bari Hermoza, Víctor Joy Way o Alberto Venero. 

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