Por donde se mire, el incremento de casi tres mil soles en los gastos de representación de cada uno de los congresistas es una burla a todos los peruanos, pues ha sido aprobado en beneficio de los integrantes de un Poder Legislativo que salvo excepciones, es una vergüenza y genera el rechazo de la mayoría de peruanos que irónicamente, ahora tendrán que meter la mano al bolsillo para darles más dinero todos los meses a quienes no le dan un buen servicio.
Además, ha sido aprobada por una Mesa Directiva más que cuestionada que encabeza nada menos que Alejandro Soto, el que no da la cara a los medios y que solo llegó al cargo pese a los cuestionamientos gracias a su jefe César Acuña; y que además integran Waldemar Cerrón, el hermano y escudero de su hermano prófugo Vladimir Cerrón; y Rosselli Amuruz, quien acaba de amenazar a un colega luego que la Comisión de Ética le aplicó una leve sanción por organizar una fiesta que acabó con un asesinato.
Ellos tres más el fujimorista Arturo Alegría, sin participación del Pleno, han tomado esta decisión que más allá de si luego la dejan sin efecto o no, demuestra que les resbala lo que pueda pensar el ciudadano de a pie que se rompe el lomo para llevar unas monedas a su casa, o que viven en un mundo paralelo en el que creen que los “mochasueldos”, “los niños” y los defensores de golpistas, prófugos y terroristas merecen ganar más por el triste desempeño que tienen.
Postular al Congreso es un acto libre y voluntario, por lo que si cualquier ciudadano no está de acuerdo con lo que se paga a los legisladores porque le parece poco frente a sus capacidades y a lo que pueda aportar, debería abstenerse de ser candidato para ir a buscar una paga mayor en otro lado, si es que lo consigue, en lugar de andar haciendo movidas por debajo de la mesa para llevarse fácil la plata de los peruanos a los que no se les da ningún beneficio.Este incremento de los ingresos de los legisladores sin que exista justificación alguna, más la impunidad que reina en medio de tantos escándalos, no hacen más que aportar al descrédito de un Poder Legislativo que quizá sea el peor de los que hemos tenido en los últimos años. Se han visto congresos muy malos, pero el actual ha superado todos los límites si se tiene en cuenta que ya no hay vergüenza ni para defender delincuentes, robar plata a sus empleados o aumentarse el sueldo a cambio de nada.