Luego del terremoto de magnitud 9 que remeció el Congreso tras la vacancia contra Martín Vizcarra, la asunción y caída de Manuel Merino, y la elección de Francisco Sagasti como mandatario hasta el 28 de julio próximo, es de esperarse que el Poder Legislativo sienta la pegada y, en lo que le queda de mandato, comience a trabajar de manera responsable y pensando en el país, a diferencia de lo que ha venido haciendo hasta ahora.

No se puede permitir más populismo irresponsable y barato con tufillo electorero, como tampoco componendas y jugarretas destinadas a apuntalar candidaturas como las de José Luna, César Acuña o Julio Guzmán. Sus agrupaciones son las que peor han salido paradas luego de las ideas y venidas previas a la designación de Sagasti como candidato a la Presidencia del Congreso, para que así pueda llegar a Palacio de Gobierno de manera interina.

Un poco de humildad y empatía no les vendría nada mal. Los gritos de Cecilia García o las fracturas en Acción Popular no suman, como tampoco personajes como el que afirmó que estaban regando coronavirus desde aviones o el que luego admitió que votó un proyecto de ley sin al menos leerlo. Y ni qué decir del defenestrado miembro de la Mesa Directiva que hizo poner en la web del Congreso las fotos que se hizo tomar mientras repartía bolsas con víveres.

El país necesita calma y estabilidad para salir de la emergencia sanitaria y económica, y entrar de lleno en la etapa electoral para de una vez dar vuelta a la página. Pero para eso el Congreso que ha quedado en manos de la izquierda, debe poner de su parte. No se la pueden pasar caldeando los ánimos ni generando el malestar de los ciudadanos que como suele pasar, se equivocó al elegirlos, salvo algunas excepciones.

Desde ayer por la tarde tenemos como presidente a Francisco Sagasti y un nuevo Poder Ejecutivo en general. Hace falta que el Legislativo, aunque con la misma gente, tenga otra actitud, que se renueve en cuanto a conducta y actitudes hacia el país, pues hasta el momento han sido una tremenda vergüenza, un fiasco que no ha estado a la altura del inmenso reto de legislar, representar y fiscalizar en un momento tan crítico para un país golpeado por una descomunal crisis.

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