Uno de los argumentos que ha tenido la Corte Suprema de Justicia para mandar a la cárcel a la expremier Betssy Chávez es que luego de golpe de Estado del 7 de diciembre último, trató de borrar las evidencias que quedaron en su despacho ubicado en una de las alas de Palacio de Gobierno, para más tarde huir a asilarse a la Embajada de México, fuga que tuvo que abortar al enterarse que Pedro Castillo había sido arrestado en flagrancia por quebrar el orden constitucional.

Esto ocurre a pocos días de hacerse público el borrador del decreto ley con que se iba a poner en blanco y negro la toma de todos los poderes públicos por parte de Castillo y sus cómplices. Ahora no queda la menor duda de los delitos de esta gente que sigue siendo defendida por quienes se llenan la boca hablando de democracia, pero que abiertamente se han puesto del lado de una gavilla de golpistas que bien presos están.

Y mientras las evidencias van aflorando, la defensa de Castillo se ha convertido en una verdadera payasada, indigna de quien algún día fue presidente de la República del Perú. Allí está un abogado diciendo que su cliente leyó el mensaje del golpe porque estaba siendo amenazado de muerte, mientras otro afirmó que solo se trató de una “proclama” y un tercero no se acordaba ni el nombre de su patrocinado. Qué vergüenza llegar a ser abogado para terminar de esa manera.

Cómo será de pintoresca y folclórica la defensa de Castillo que hasta su exministro de Defensa, Walter Ayala, ha preferido dar un paso al costado para no seguir dando vergüenza y risa. Además, sospecho que se ha dado cuenta que el profesor es un indefendible y que de todas maneras va a tener que pasar varios años tras las rejas por el golpe, sin contar las sentencias que recibiría por los actos de corrupción que se le imputan.

Mientras todo va saliendo a la luz y las farsas se van desmoronando, los ciudadanos deberíamos tomar nota de quiénes siguen defendiendo el quiebre constitucional ordenado por Castillo y sus cómplices, de aquellos que se pasaron 30 años criticando los hechos del 5 de abril de 1992 cometidos por Alberto Fujimori, para al final convertirse en escuderos de otro golpista. La doble moral en su máxima expresión. No los olvidemos jamás.





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