No es extraño lo que sucede en estos momentos a pocos días de las elecciones. La explicación al desánimo que generan los comicios pese a su trascendencia se centra en dos puntos: la crisis de credibilidad de la clase política luego de escándalos como los llamados “Lava Jato”, Cuellos Blancos” e incluso “Vacunagate”; y la brutal pandemia que tiene a la mayoría de peruanos viviendo en la angustia de morir o de ver caer a los suyos, e inmersos en problemas económicos.

Ayer los diarios Perú 21, Gestión y Trome han publicado una encuesta de Datum que a diez días de los comicios nos deja claro que esta campaña comenzó y termina sin que ninguno de los candidatos presidenciales logre convocar más de 12 o 13 por ciento de la atención y la confianza de los electores. Sin embargo, ¿qué se puede pedir luego de todo lo vivido en los últimos años de crisis política y en la emergencia sanitaria?

Hemos visto a los últimos seis presidentes del Perú (Fujimori, Toledo, García, Humala, Kuczynski y Vizcarra) y a las dos máximas autoridades ediles de la capital (Castañeda y Villarán), en graves problemas con la justicia por presunta corrupción. Lo mismo ha sucedido con dos ministras del régimen transitorio de Francisco Sagasti, que se vacunaron por lo bajo. ¿Con todo esto se esperaba que los peruanos salgan felices a confiar ciegamente en alguno de los candidatos?

Respeto a la pandemia, qué podemos esperar de una ciudadanía que teme morir al enfermar y no encontrar una cama UCI u oxígeno medicinal, o ha perdido a un ser querido, se ha quedado sin trabajo o ha visto quebrar su negocio de toda la vida o su emprendimiento. ¿Queremos que los peruanos de a pie confíen como lo hicieron con Vizcarra, para luego ver cómo se vacunaba junto a su familia mientras su gobierno no era capaz de comprar una sola dosis para el resto de gente?

Lo que vemos en encuestas como la de Datum, es reflejo de lo que pasa en el Perú. No tiene nada de extraño. El alto porcentaje de indecisos es producto de la corrupción, la inestabilidad política, la sinvergüencería, de ver también cómo la justicia hace mucho ruido, pero no aterriza en nada. Lástima que en medio de todo esto tenga que salir el próximo presidente, el que se supone que debe marcar un antes y un después en la política, y el que se supone nos sacará de la crisis.