No es un chiste que Antauro Humala ya sea un factor determinante en nuestro país para las próximas elecciones presidenciales. Uno de sus puntos a favor es la recordación entre los ciudadanos, un detalle que ya muchos políticos quisieran tener. Pero ¿por qué puede ser un peligro para la democracia?
Humala es diferente a su hermano y al mismo Castillo, dos expresidentes que llegaron con propuestas destempladas sólo para la campaña. En cambio, el condenado militar en retiro muestra más cohesión en sus ideas perversas: imponer mano dura, como aplicar la pena de muerte, a los corruptos.
Precisamente, la pena de muerte es un eslogan de campaña que fue caballito de batalla de no pocos candidatos presidenciales. Matar a los violadores de niños, por ejemplo, fue una propuesta de Alan García antes de su segundo gobierno. Claro que nada de eso se cumplió porque afectaba los derechos humanos.
No obstante, a un gran sector del país no le desagrada que se debata la pena de muerte para violadores, secuestradores o corruptos. Y ese es el camino que ha adoptado Humala, al saber que hay ciudadanos defraudados por los políticos tradicionales que le prometieron justicia con sangre.
Se viene Antauro, quien aprovecha el rechazo mayoritario del país a la clase política, a quienes llevan varias contiendas electorales o a los que, una vez en el poder, han cambiado de postura de espalda a los ciudadanos. Por ahora, saca una ventaja peligrosa.
Ojalá el Congreso apruebe el proyecto de ley que modifica las restricciones para los candidatos presidenciales: que los condenados por delitos graves no puedan presentarse. Si esperamos que el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) le retire las credenciales al partido ANTAURO se perderá mucho tiempo.