A horas de su primer mensaje desde el Congreso como presidenta de la República, Dina Boluarte continúa cuestionada y rechazada por una inmensa mayoría de peruanos. Esa política virtual y mediática que hoy conforman las encuestas, como dicen algunos especialistas, da cuenta cada mes que 8 de cada 10 ciudadanos desaprueba la gestión de la mandataria. Estas cifras dan luces que el Gobierno no es tan eficaz para resolver los grandes problemas del país. No se observan propuestas claras ni proyectos que se puedan canalizar para combatir con éxito la inseguridad ciudadana, el extancamiento de la economía y la pobreza.

“La expectativa de la población crece a más velocidad que la capacidad de cualquier gobierno para satisfacerlas”, sentenciaba el politólogo estadounidense Samuel Huntington. “El poder ya no es el que era antes. Hoy por hoy el poder es más fácil de adquirirt, más difíicl de utilizar y más fácil de perder”, complementaba Moisés Naím. Esto es lo que sucede en nuestro país. De pronto y sin estar preparada, Dina Boluarte se quedó con tanto poder que no pudo manejarlo de la mejor manera. Por otro lado, la impaciencia de la gente jugó su partido aparte. El resultado es un Gobierno sin respuestas rápidas, con una presidenta rígida e inamovible, sin cambios. En este escenario de nada sirven los autoconvencimientos y menos los caprichos. Cuando la mayoría no está de acuerdo con el rumbo que toman los gobernantes de nada sirven los frases edulcoradas, los propósitos de enmienda y el floro.

El mensaje de Dina Boluarte de mañana debe ser contundente y práctico. Debe decir cómo cerrará las brechas sociales y cómo establecerá los lazos comunicantes con la mayoría de peruanos que la rechaza.