El Perú, país de ingreso medio alto, experimentó una ola de crecimiento económico especialmente importante como consecuencia de dos factores: la implementación de políticas inspiradas por el llamado Washington Consensus en los noventa, y el incremento del precio internacional de los commodities durante la primera década del siglo XXI. Este crecimiento económico no fue aprovechado como se debía. Por ejemplo, el Perú es el país miembro de la Alianza del Pacífico con la mayor brecha en infraestructura: $160 mil millones de déficit de inversión. Y es que uno de los principales obstáculos que enfrentamos es que no existe un plan nacional de infraestructura que integre las necesidades logísticas de cada región con una visión de desarrollo del país.

El BCR ha reducido la expectativa de crecimiento del PBI para 2016 a 2.9%. Queda claro que la ola se nos desinfló. Ello es particularmente importante considerando que en tres meses deberemos elegir a quien dirigirá el destino del país. En 2011, elegimos irresponsablemente a un presidente que no estaba preparado para gobernar. Así, a la caída de los precios internacionales de nuestras exportaciones se sumó una auténtica parálisis de la inversión pública y también de la inversión privada desalentada por las trabas crecientes y el desmanejo de los conflictos sociales.

En este contexto, el ministro Segura en un artículo publicado en El Comercio sostiene que el Perú cierra el 2015 en un franco proceso de recuperación. Luego describe seis ejes de políticas públicas que, sostiene, el Gobierno ha venido implementando. Segura sin duda escribe bonito. Pero lo descrito no se refleja en la realidad. Por ejemplo, menciona la política de inversión en capital humano, que incluye salud; y la de inclusión social, y sin embargo la desnutrición infantil aumentó durante este gobierno.

El crecimiento económico es el resultado de la inversión privada. Segura debía buscar destrabar las inversiones. Ahora hacer empresa en el Perú o sacar adelante un proyecto de inversión pública/privada es una pesadilla. Para lograrlo, uno debe luchar contra funcionarios que, ya sea por miedo a asumir responsabilidad o por dejadez, dilatan procesos y aprobaciones, o exigen documentos adicionales innecesarios, elevando los costos de transacción y reduciendo el atractivo para la inversión.

Mientras uno enfrenta la realidad del país, el ministro Segura nos cuenta que vivimos en el país de las maravillas, demostrando que él, efectivamente, no se ha ensuciado los zapatos. Por lo menos no desde que se sentó en el MEF.

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