Una de las razones por las que el presidente Pedro Castillo y sus parientes, coterráneos y cómplices siguen en el poder a pesar de su probada ineptitud y los muy serios indicios de corrupción que los rodean, es porque en la otra orilla tenemos un Congreso plagado de gente lamentable como “Los Niños”, los Acuña Boys, los Luna Boys, o los de la actual Mesa Directiva que entre ellos acordaron darse beneficios excepcionales hasta seis meses después de dejar sus cargos.
Con un Congreso así, muchos dirán que mejor nos quedemos con Castillo. Lo sabido en las últimas horas, en el sentido de que María del Carmen Alva y sus tres vicepresidentes: Enrique Wong, Patricia Chirinos y Lady Camones decidieron quedarse por seis meses más con un policía adicional al que normalmente tienen por su condición de congresistas, un carro con combustible y un chofer, es de una angurria más que patética.
Al menos la congresista Camones ha dicho, luego del escándalo, que renunciará a esos beneficios que no tienen justificación alguna y que fueron acordados por los propios beneficiarios. En cambio, el legislador Wong ha salido a defenderlos y a decir que esa disposición viene de hace muchos años y que por eso no tienen por qué renunciar a ellos. Si tanto necesitan la seguridad, el carro con chofer y la gasolina, pues que paguen todo eso con su plata y no con recursos de todos los peruanos.
Esto de los beneficios para los miembros salientes de la Mesa Directiva no es más que una raya más al tigre, un problema más que genera un Congreso que no está a la altura del reto de tener alojada en el Poder Ejecutivo a una administración tan incapaz y corrupta como la del presidente Castillo. El Legislativo pudo marcar la diferencia, pero se quedó en la medianía que meses atrás se tradujo, por ejemplo, en sus pies de plomo para censurar a Juan Silva cuando era necesario hacerlo.
Tenemos un Ejecutivo de película de terror, pero el Congreso tampoco está muy lejos de eso. Habrá que ver si ahora es capaz de darle al país una Mesa Directiva cuya cabeza esté a la altura de encabezar un eventual gobierno de transición. La elección tiene que ser pensando en el país, no en la cuota de poder, en el hoy por ti y mañana por mí, o en el carro con chofer y gasolina que se van a llevar después de seis meses de dejar el cargo.