“El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro” es una frase popular y que alguna vez se atribuyó de manera equivocada al prominente investigador Antonio Raimondi.

Sin embargo, lo que si podemos afirmar de manera inequívoca es que el Perú es un país bendecido, lleno de recursos naturales que, explotados de manera sostenible, podrían servir para la reactivación económica y la generación de miles de puestos de trabajo que se perdieron en la pandemia, logrando la atracción de nuevos y mayores capitales y asegurando las divisas que nos permitan reencontrarnos con el camino de la reducción de la pobreza.

Uno de estos recursos naturales que podrían ser aprovechados es el atún. Como sabemos, nuestro mar es uno de los 5 más productivos y esta especie, que se mueve en aguas de mezcla y subtropicales, no está siendo aprovechada en su real dimensión.

Por ello, mientras que Ecuador captura más de 222 mil TM, nosotros a duras penas llegamos a las 5 mil TM en 2020; razón más que suficiente como para establecer un sistema de reintegro tributario del ISC al combustible, que es tres veces mayor, limitando así las actividades de pesca de atún de nuestra flota que, en tres años, podría cubrir el 70% de la demanda local que hoy se abastece de atún tailandés y ecuatoriano.

Pero aún hay más. En efecto, de revertirse esta situación que tanto nos afecta, se generarían en los próximos años alrededor de 70 mil nuevos empleos, en especial femenino que es el que más retroceso ha tenido en la pandemia. Asimismo, se podrían quintuplicar las exportaciones de este recurso, atrayendo US$ 200 millones en divisas.

El sector pesquero ha dado sobradas muestras de su compromiso con el desarrollo sostenible del país y buen manejo, pero existen pesquerías que, por sus propias particularidades, requieren políticas específicas para su desarrollo, tal como ocurre con el atún. Ojalá no tengamos que seguir esperando sentados