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Si la inocencia fuera una decisión propia, Paolo Guerrero sería fijo en Rusia 2018. Si la fe en uno mismo, la confianza personal o la reputación influyeran de manera directa en la realidad tangible, el TAS, la WADA y el Swissotel no tendrían razón de ser en función a la presencia de nuestro capitán en el próximo Mundial. Pero las cosas no funcionan de esa manera.

Escuchar a Paolo Guerrero gritar su inocencia puede conmovernos tanto como sus goles, pero a diferencia de estos, el pregón de Paolo carece de efectividad ante los ojos de la justicia. Guerrero afronta un proceso como consecuencia de un error y, en función al mismo, está condicionado a pagar. Es poco probable que alguien dude de su reputación, que se cuestionen los valores con los que fue criado, que se encuentre algún detalle que pueda manchar su carrera exitosa. Bajo esa premisa, nadie cree que Guerrero haya buscado doparse, eso ni siquiera debería someterse a discusión, pero ese resultado positivo en la prueba de dopaje es una realidad. Sea quien sea que haya tenido la culpa de que dicha sustancia se encuentre en su sangre, es él finalmente quien tendrá que asumir las consecuencias del error. ¿Justo o injusto? Es esa la ley y, ante eso, poco o nada se puede hacer.

Si Paolo sale bien parado de este asunto, debería considerar mejor la manera en que se maneja. Apenas se conoció el resultado positivo, acusó a “alguien” de querer perjudicarlo. Si en ese escenario, la sanción vino de la FIFA, ¿a quién se supone que aludía Guerrero? Y ese discurso lo mantuvo durante un tiempo hasta que, imagino, alguien le aconsejó abandonar esa postura. Guerrero debe ser el jugador sancionado por doping que más auspiciadores debe tener, protagonizando incluso una publicidad para un banco, dando a entender que su lucha es la lucha de todo el Perú (aunque en el fondo sabemos que los bancos luchan solo por ellos). Es en esa percepción donde debe identificarse un peligro y es esa predisposición por victimizarlo. Es inviable que alguien que cometió un error sea victimizado; si los hinchas incurren en un error haciéndolo, que el propio Paolo se identifique como una víctima en este escenario nos revela una situación demasiado peligrosa. ¿Quién es el victimario? El error mismo o su responsable, no hay más.

Otro evento que refuerza la percepción que el jugador puede tener sobre su caso es ese episodio que su asesor legal, Jorge Balbi, narró el viernes. La WADA ofreció dilatar el caso hasta después del Mundial, pero Paolo se negó porque insistió en ser inocente. Esa actitud revela que insiste en su inocencia total, pero para ello es claro que tiene que existir evidencia que la pruebe. De momento, solo existe evidencia que prueba lo contrario.

Si Guerrero es absuelto, será un caso que amerite un análisis profundo y, si se le ratifican los seis meses, habrá que ser agradecidos por poder contar con él en el Mundial a pesar de la gravedad que siempre representa un caso de doping.