Extraordinaria noticia la decisión del Parlamento Andino, el órgano deliberante del Sistema Andino de Integración, de declarar -Resolución N°06 del 1.03.2022-, al Siku, instrumento musical precolombino, y al Sikuri, el artista que lo toca, como “referentes del patrimonio cultural andino”. El pueblo de Puno, la imponente y altiplánica “Capital Folclórica de América” -3,827 msnm-, está feliz, y con ella, los habitantes de las comunidades de Bolivia, Ecuador, Chile, Colombia, donde al afamado instrumento prehispánico de viento se lo conoce como Pusha, Rondador, Lakitas y Capador, respectivamente. Las sociedades pretéritas de nuestra subregión andina no fueron dominadas por la melancolía como en algún momento creyeron algunos. El sistema de vida social determinado por el colectivismo es la mejor prueba de lo contrario. En efecto, el ayni, la minka y la mita, actividades propias de nuestras culturas sudamericanas durante los períodos del horizonte temprano, intermedio y tardío de nuestras civilizaciones originarias, y que en esta última etapa, tuvieron en el incanato su incontrastable mayor apogeo, más bien acusan el registro de una vida inicial de intensa interacción social forjada en medio del festín reverenciando por las bondades que concedían la tierra  y el sol, a pueblos, primero panteístas y totémicos, enseguida antropomórficos y hasta zoomórficos. En el marco de esa conducta esencialmente rural, la danza y la música no pudieron ser exógenas dada la práctica del cooperativismo y la solidaridad que los primeros cristianos de la Iglesia primitiva -siglos I al III d.C.- denominaron koinonía. Es probable que, siendo la vida europea del campo incluida entre lo bucólico y pastoril, y pegado a lo triste, se creyera erradamente que nuestros andinos anteriores a España, también lo eran. El Siku y el Sikuri, difícilmente pudieron serlo. El instrumento y el ejecutor le dieron vida a una práctica musical que se ha mantenido pétrea e inalterable, como perfectos testigos de conexiones entre el pasado milenario y la contemporaneidad, asegurando por costumbre y por idiosincrasia una actividad musical reiterada y permanente que hoy el Parlamento Andino visibiliza para seguir forjando la identidad andina en nuestros países y consolidar la PATRIA ANDINA que integramos. Ese es su mérito.