El Congreso hace mucho ruido, como los fuegos pirotécnicos, pero termina el show y no queda nada. Esa fugacidad de sonido, luces y colores solo le sirve a ellos. Nada a favor de sus representados. La semana pasada ha vuelto a ocurrir. Con grandilocuiencia han explicado la necesidad de ampliar el Parlamentio y que haya una cámara más. “Una cámara reflexiva”, dicen. Queda bien en el papel, pero en la práctica es que haya más gente como ellos en el Legislativo. De esta forma se duplicarán “Niños”, “Mochasueldos” y otros corruptos que han dejado por los suelos esta institución. Además se integrarán “dinosaurios” de la política que ya fracasaron y que solo quieren vegetar en sus escaños.
Por ello, el Congreso es una de las instituciones más desacreditadas y rechazadas del país. Por ello, no es una sorpresa que casi el 90% de peruanos desaprueba este poder del Estado.
Los congresistas siguen sin tomar conciencia de la crisis económica. de la inseguridad ciudadana, del desastre del sistema de salud y mucho menos son capaces de tomar decisiones para revertir esta situación. El Congreso mira a otro lado. Por ejemplo, toda su atención se centraba en la reforma constitucional que buscaba restablecer la bicameralidad en el Legislativo, pese a que fue una iniciativa ampliamente rechazada por los peruanos hace pocos años.
El problema es que hay una bancarrota de los partidos políticos a partir del desinterés de los ciudadanos. Y no aparecen nuevos cuadros. Y menos hay líderes, solo dueños o personas con dinero que compran una parcela del poder.
Hay la idea que solo actúan como les conviene ser en cada coyuntura. Y su prioridad no es conducir al Perú hacia un mejor destino sino solo el negocio y la repartija.