Qué agotador es para los peruanos, no poder tener paz ni certezas de un futuro político estable. Independientemente de en qué rubro trabajemos, cada peruano vive con el trasfondo de una realidad política absolutamente impredecible, y eso tiene un costo.

Todos los días yo me despierto sin certezas sobre en dónde estará mi país en un mes. “Explícame qué está pasando”, me dicen las personas cercanas a mí. Entonces yo procedo a contarles sobre la inminente censura de Maraví, la potencial cuestión de confianza, y todos los escenarios que de ahí puedan salir. Sin embargo, estos sucesos no son más que las noticias de hoy. El problema real persiste, y es que no sabemos qué puede pasar mañana. Y ni hablar de qué puede pasar dentro de un año o dos. Eso dejémoslo a magos y adivinos. Por ahora, estamos ante un macabro espectáculo –una danza de la muerte–, entre Legislativo y Ejecutivo que eventualmente terminará en disolución o vacancia. Mientras tanto, los más perjudicados son los que menos tienen.

¿No les parece una manera agotadora de vivir? Como si la vida misma no fuera lo suficientemente incierta, los habitantes de este país tenemos siempre que estar preparados para que la escena política tome un giro inesperado. A mí, personalmente, me da mucha rabia. Porque los peruanos merecemos mucho más. Pero para comenzar, merecemos paz.

Por más inútil que resulte, yo quiero hacer un llamado a nuestros gobernantes para que dejen de actuar como niños con rabietas y empiecen a hacerlo como líderes de un país. Señor Castillo, señor Bellido, están jugando con los futuros de las personas que dicen representar. Los peruanos necesitan, sobre todas las cosas, paz. Y si eso es demasiado pedir, entonces ustedes realmente no nos deberían estar gobernando.

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