Si los señores Aníbal Torres y Alejandro Salas no fueran presidente del Consejo de Ministros y titular de Trabajo y Promoción del Empleo, respectivamente, sin duda ambos serían apenas personajes pintorescos y muy característicos de nuestra política, que cada cierto tiempo nos brinda gente digna de memes y parodias de programas cómicos de fin de semana. El problema es que estos caballeros son altísimos funcionarios públicos y tienen en sus manos el destino de millones de peruanos.
En las últimas horas hemos visto a un iracundo premier Torres haciendo llamados a movilizaciones de ronderos como los que fueron llevados a Palacio de Gobierno para apoyar al régimen. El jefe del gabinete ha pedido que esta gente venga a la capital para “poner de rodillas a los golpistas”. Evidentemente este señor debería estar descansando, pero mientras no lo hace es un verdadero peligro para la tranquilidad pública y la seguridad en las calles.
La desesperación por el desmoronamiento del ineficiente y corrupto régimen al que pertenece, lo lleva a pensar que con movilizaciones del “pueblo” se van a salvar. Eso de salir a pedir la presencia de la fuerza de choque del gobierno (recordemos lo sucedido con los periodistas de Cuarto Poder en Cajamarca) para promover una constituyente, incitar a la violencia y meter miedo al Congreso, a la Fiscalía y a la prensa, roza con el delito. ¿Torres se va a hacer responsable de lo que pueda pasar?
De otro lado tenemos al ministro Salas, quien cree que la cuñadísima Yenifer Paredes es una “defensora de la democracia”, cuando en realidad ha sido detenida de manera preliminar a pedido del Ministerio Público, a causa de los “business” nada santos en los que ha estado metida junto a empresarios dudosos, todos ellos chotanos. ¿Aún sueña con reemplazar a Torres en la PCM? ¿Tanto le gusta el puesto como para llegar a esos extremos?
Con un premier admirador de Adolfo Hitler que llama a la violencia, y un ministro como Salas que vive en una realidad paralela en que ve a una investigada por negocios al margen de la ley como la nueva heroida de la democracia, sumados ellos a un presidente como Castillo, que es un hombre muy limitado que además está desesperado por no acabar preso junto con su familia, queda claro que el Perú está sin timón y en rumbo de colisión.