Sudán del Sur es el Estado más joven del mundo en alcanzar su independencia -9 de julio de 2011- y es técnicamente un país soberano; sin embargo, el nivel de su vulnerabilidad es muy alto sobre todo desde hace dos años en que se inició una guerra civil entre las fuerzas leales al presidente Salva Kiir y las que lo combaten, irónicamente, con su vicepresidente Riek Machar a la cabeza.

La consecuencia más grave para el país de cerca de 9 millones de habitantes es la extrema pobreza y el imperio del hambre para cerca de 2.5 millones de personas de la que 40,000 estarían al borde la muerte por la falta de alimentos.

Sudán del Sur es un país completamente anarquizado y considerado un Estado fallido por la ausencia de una autoridad central única que pudiera atender mínimamente las necesidades de la población.

Su carácter ingobernable se manifiesta en una guerra civil sin cuartel que es de lejos la causa principal de su compleja situación. Esta nación africana, donde más del 70% de su población es cristiana copta, no ha encontrado la fórmula para superponer a las luchas tribales el carácter humanitario que pudiera mediatizarlas.

Sudán del Sur necesita del apoyo internacional para atender a miles de indefensos, en su mayoría niños y mujeres, que no tienen nada que ver en el conflicto; sin embargo, la realidad muestra que la poca autoridad que prevalece en el país ha puesto un freno total a la ayuda exterior, colisionando con las reglas del derecho humanitario a las que el Estado sudanés está obligado.

Los que lo están impidiendo deben tener muy presente que tarde o temprano caerá sobre ellos el implacable imperio del derecho penal internacional.