El lunes último en Nueva York, la presidenta Dina Boluarte dijo en la Cumbre de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) que en nuestro país el 99% de las personas cuenta con un seguro médico y que el 70% de esta cobertura la brinda el estatal Seguro Integral del Salud (SIS), que atiende a las personas que se encuentran en situación de pobreza y extrema pobreza, lo cual, sin duda, debe de haber generado muchos aplausos de los asistentes al evento.

Lo que dice la mandataria es cierto, son cifras reales. Pero solo en el papel, pues la realidad, la que palpan los peruanos más pobres cuando requieren de atención por padecer una enfermedad crónica o una emergencia, es muy diferente, pues los hospitales que deberían atenderlos como afiliados al SIS se caen a pedazos, no cuentan con médicos, carecen de equipos y las medicinas a las que tienen derecho no están disponibles, por lo que deben comprarlas en la calle con la poca plata que tienen en el bolsillo.

Una muestra de la calamidad que es la salud pública la vivió el Perú en tiempos de la pandemia de COVID-19, en que nos llevamos el triste récord mundial de muertos por cada millón de habitantes, o más recientemente durante la epidemia de dengue que afectó a la costa norte, donde los afectados tenían que esperar en mototaxis en las puertas de los hospitales de Piura a que haya una cama disponible donde puedan echarse. Claro, todos ellos están afiliados al SIS, nadie lo discute.

Por eso, la presidenta Boluarte y su gobierno, en lugar de andar creyendo en cifras engañosas como las que leyó ante un público incauto en Nueva York, deberían trabajar intensamente para que la teórica cobertura médica del 99% de los peruanos no siga siendo una burla a quienes, por ejemplo, esperan una cirugía hace seis meses. Una vueltita nocturna a la emergencia del Hospital Loayza, del Dos de Mayo, en Lima; o del Cayetano Heredia, de Piura; o del Goyeneche, en Arequipa, quizá le muestre la realidad.

La salud pública en el Perú sigue siendo un eterno pendiente, pues salvo excepciones, ningún gobierno ha tenido la voluntad política de hacer que los peruanos cuenten con un sistema de atención digno de seres humanos. La cobertura del SIS suena muy bien. Es propia de un país del primer mundo, pero muchas veces solo sirve para ocultar una realidad que debe ser enfrentada con decisión, con los recursos que existen, que no son pocos, y mucha honestidad.

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