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Se aproxima la primavera y la nuestra no es como en la televisión o en las canciones de amor. El 23 de setiembre no habrá pajaritos volando ni flores brotando. En realidad, la primavera es una estación de transición entre el invierno al verano. Esto quiere decir que continuaremos con nuestros días invernales en Lima y conforme pasen los días hacia el verano, serán menos fríos y húmedos. Esto para la costa.

Uno de nuestros indicadores básicos son las ya famosas ondas Kelvin, actualmente con anomalías negativas. A esto le sumamos las condiciones de transición estacional. Entonces, hablaríamos de una primavera fría (nada de Niña). También de un inicio adelantado de las lluvias en la sierra. Eso vendría bien si pudiéramos ser más específicos. Lamentablemente nuestra red meteorológica es débil y no contamos con tecnología que nos permita prevenir el comportamiento de los fenómenos atmosféricos de manera microclimática en puntos como, por ejemplo, nuestra caótica Carretera Central. Podríamos prevenir derrumbes con debida anticipación o la segura navegación sobre el Amazonas. De igual forma, ayudaríamos muchísimo en la siembra en el norte del país. Pero si no hay información y trabajamos como islas, se crea el desorden.

Un amigo me dijo que en el desorden siempre hay oportunidades. Lo importante es identificarlas y usarlas para nuestro desarrollo y no para intereses turbios. Si no pregunten a los agricultores del norte o a los empresarios turísticos cuánto se perdió con el “falso” Niño del año pasado. Debemos administrar bien nuestra poca información y unir nuestras capacidades en la meteorología para convencer y alertar a la población. Recién ahí cuando vean lo útil que es la meteorología en la economía y el desarrollo del país, podremos evitar que nuestros actos estén dirigidos por el miedo del desconocimiento y establecer prioridades a nuestros recursos. Nada escapa a la influencia del clima.