Los viajeros que llegan a Tacna en avión desde Lima o por vía
terrestre lo ven; aquellos que arriban al puerto de Arica desde el
sur, por el mar o carretera, lo distinguen en la lejanía, y para los que
recorren la ruta entre La Paz y Arica es un fiel compañero, por varias
horas, en medio del páramo y la soledad del altiplano.
Pero, únicamente para los tacneños el volcán Tacora es una
presencia cotidiana. El Tacora, acompañado del Chuquipiña, corona
el paisaje tacneño. Hay calles en Tacna que parecen tener su fin en
el nevado.
Así como para Arequipa el Misti es enseña o para Huaraz lo es el
Huascarán, para la heroica ciudad del sur el Tacora debió haber sido
su símbolo. Y es que hacia él se dirigen las primeras miradas de los
niños tacneños, se le ve desde los patios de los colegios y parece ser
un personaje más en medio de las rondas infantiles o en la mesa de
los mayores que en el campo celebran algún acontecimiento, una
fiesta familiar o realizan tareas cotidianas.
Sin embargo, este hermoso volcán situado privilegiadamente,
cual blanco vigía que observa la vida de tres países, Perú, Bolivia y
Chile, desde sus 6,013 metros de altura, es chileno. Y lo es porque
así lo determinó una ampliación que se hiciera de la línea fronteriza
que de acuerdo con el Tratado de 1929 debía correr a diez kilómetros
del ferrocarril Arica - La Paz.
Por ceder el Perú a Chile al emblemático volcán Tacora, guardián
de la ciudad de Tacna, recibió en compensación una inútil franja de
terreno que se acerca, en algún punto, a 500 metros del ferrocarril
Arica- La Paz, en la zona de Laguna Blanca, así como el derecho a
usar parte del territorio chileno para que, a través de él, corra un
sector del canal Uchusuma que lleva agua de deshielos a Tacna.
El interés de Chile por el volcán Tacora no estuvo circunscrito,
claro está, a la belleza que le agregaría al paisaje conquistado, sino
a que en las proximidades de su sima se encuentran valiosas minas
de azufre. Según cálculos se sabe que las reservas ascienden a
1´944,291 TM con una ley del 66.8%, es decir, mucho más valiosas
que otros yacimientos americanos. Estas minas, ubicadas a 5,900
metros sobre el nivel del mar, muy cerca de la cuna del Tacora, fueron
explotadas por una firma inglesa y luego vendidas en 1938, a la
Compañía Azufrera Nacional que era propiedad del entonces senador
chileno Eduardo Alessandri Rodríguez. En ellas trabajaron gran
cantidad de obreros bolivianos. La administración de los yacimientos
estaba ubicada en Aguas Calientes. Muy cerca se encuentra el
caserío Tacora donde residían los trabajadores y autoridades chilenas.
Por este poblado pasa el ferrocarril Arica - La Paz. Hasta él llega
la televisión sureña y cuenta con escuelas muy bien ambientadas.
Frecuentemente recibe la visita de las autoridades más altas del
gobierno de Chile. Han comprendido, como lo repetía Haya de la
Torre, que gobernar es poblar.
El volcán Tacora ha sido motivo de poesías y canciones. Don
Enrique López Albújar en un verso, escrito después de la entrega de
Tacna al Perú, escribe del Tacora que «al mentarlo parece que los
labios me queman». Un verso de la conocida polka «Tacna» dice,
refiriéndose a la ciudad, que «despierta con el beso que el Tacora le
da con su blancura de alabastro».
Uno de los diarios más importantes de la Tacna cautiva se llamó
EL TACORA. Lo fundó Andrés Freyre Fernández en 1882 y fue
destruido por las hordas invasoras en 1911 cuando lo dirigía su hijo
Roberto Freyre. En sus páginas colaboraron, entre otras valiosas
plumas, Ricardo Palma, Rómulo Cúneo Vidal, Modesto Molina y
Gonzales Mantilla.
«El Tacora» por virtud de los tratados, que hacen y deshacen los
hombres, no es nuestro a partir del 28 de agosto de 1929, pero con
el sol, en la cima de los Andes, que corona el este de la ciudad, sigue
apareciendo cada mañana a los tacneños que lo llevan grabado en
los ojos del alma.
También me quise sumar al coro de poetas que le han cantado al
durmiente volcán y así lo nombro en los primeros versos de mi
poemario RUMOR DEL CAPLINA, transcribo para ustedes, en este
domingo cuando el invierno agoniza.
TACNA
Mucho antes que el sol de los inkas
en las entrañas del Arunta naciera;
mucho antes de que el Chupiquiña y el Takora
dieran los primeros alaridos;
una lluvia de estrellas
de lo alto del cielo decolgóse
y entre un bosque de vírgenes vilcas
Bordó en lo profundo un nombre: TACNA
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