Una se levanta un día y piensa que, por fin, el Ejecutivo -débil, ligero, improvisado- decidió ponerle el pare, mediante un control constitucional, a un Congreso intimidante y obstruccionista que abusa de otro control constitucional.

Sin embargo, después de un par de días de expectativa, el Ejecutivo ha demostrado que de firmeza tiene poco o nada. Porque si antes de la cuestión de confianza ya estaba en el piso, ahora está más pisoteado que nunca.

1. Para el domingo ya había quedado más que claro que el nuevo gabinete podía tener ministros en las mismas carteras que el antiguo. Sin embargo, PPK sacó a Fernando Zavala -el “valiente” de la cuestión de confianza- del Ministerio de Economía.

2. La cuestión de confianza se planteó como respuesta a la inminente interpelación a Marilú Martens, pero no la incluyeron en el nuevo gabinete.

3. El nuevo ministro de Educación rompe con la línea que sigue el Minedu (la inclusión del enfoque de género en el currículo escolar), que le costó, entre otras cosas, la censura a Jaime Saavedra.

4. Tres congresistas han sido designados ministros, lo que significa quitarle dos parlamentarios más a tiempo completo a una bancada ya de por sí débil y pequeña.

Y es que la cuestión de confianza no es cualquier cosa. Una confrontación tan aguda entre dos poderes del Estado no es cualquier cosa. ¿Para qué, entonces, jugó tan delicada carta el Ejecutivo si -al final- iba a darle en la yema del gusto a la oposición? ¿No hubiera sido mejor, en todo caso, dejar que censuren a Marilú Martens si de todas maneras iban a sacarla? ¿Tanta cosa para esto?