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Para unos, el símbolo del racismo en el Perú; para otros, solo un personaje que arranca sonrisas en la televisión, tan inofensivo como exitoso. La llegada de La Paisana Jacinta a la pantalla grande ha desatado tal polémica que hasta el mismísimo ministro de Cultura Salvador del Solar se pronunció al respecto calificando a la creación de Jorge Benavides como “un personaje que merece nuestro rechazo y repudio”. El “papá de la criatura” no tardó en contestarle: “Es como si yo dijera que a mí me avergüenza su personaje de ‘Pantaleón’ porque denigra y deja a los militares como ‘cafichos’ o proxenetas”. El enfrentamiento no ha cesado: continúa, no solo entre ministro e imitador, que siguen defendiendo sus argumentos en pro y en contra; también está en las calles, en las redes sociales, en los medios de comunicación y hasta en las conversaciones entre los “intelectuales”, quienes no se ponen de acuerdo a la hora de calificar a Jacinta como una afrenta a la mujer peruana o como la “simpática” versión local de la mexicana India María. Mientras tanto, la Paisana sigue llevando miles de espectadores al cine -se acerca al medio millón-, recibe el respaldo del público en todo el país como si esa polémica no fuera con ellos y eso es lo que sorprende. Lo preocupante, al margen de que nos guste o no Jacinta -cuya censura jamás avalaremos-, es por qué para millones de peruanos, en un país mestizo, pluriculural y orgulloso de sus raíces, la creación de Jorge Benavides desde la imagen de una mujer del ande desdentada, sucia y torpe no les afecta. A pesar de los esfuerzos por eliminar la discriminación desde todos los frentes y aunque el tema se haya convertido prácticamente en un asunto que ha generado un debate nacional, vemos a la paisana oronda agitando sus polleras feliz y hay millones de peruanos que la festejan. Imaginamos que Jorge Benavides cuando creó a su personaje no lo hizo con la intención de estereotipar a nuestras mujeres, dejarlas mal y caricaturizarlas de la peor manera; pero ¿no dicen las abuelas que de “buenas intenciones esta empedrado el camino al infierno”? Es cierto también que Jacinta en el cine no es la que vimos en la televisión: ya la pulieron un poco, tampoco dice lisuras; pero en esencia sigue siendo la misma, la que no representa lo que somos. Y vaya que se pueden crear personajes que sí aporten desde el humor, el desenfado y la autocrítica a reconocernos y a querernos más como país. No perdamos la esperanza.