La sentencia de 12 años de prisión contra Daniel Urresti por el homicidio de Hugo Bustíos parecía bastante lejana, pero esta semana se convirtió en una realidad. No era fácil y más con la incertidumbre que acompaña a cualquier proceso judicial en el país.

No se trata de una figura menor, sino de un exmilitar que había logrado un destacado perfil político en la década pasada, entrando por la puerta grande en el gobierno nacional como ministro del Interior, en los dos últimos años del gobierno de Ollanta Humala —también exmilitar—. Con su estilo comunicacional, no sólo logró granjearse popularidad en un espectro importante de la opinión pública, sino que fue capaz de posicionar una propuesta de “orden” por fuera de la derecha clásica del fujimorismo y el PPC.

Por ello, logró ser dos veces candidato a la Alcaldía Metropolitana de Lima —donde la seguridad es un tema en agenda— y estuvo muy cerca de alcanzarla, quedando en segundo lugar, tanto en 2018 como en 2022. Lo que sí alcanzó fue una curul en el breve Congreso que completó el periodo de 2020 a 2021, donde se convirtió en el paladín electoral de Podemos Perú y donde discretamente apoyó la vacancia a Martín Vizcarra, pero para esquivar los coletazos que deja vacar al presidente más popular de los últimos años, votó en contra de la misma.

Con la puesta en prisión de Daniel Urresti, se cierra un liderazgo de caudillo de los que han pululado en la política peruana en los últimos años, cuyo cénit fue la elección de Pedro Castillo y aunque todavía quedan algunos, lo que sí queda demostrado es que aunque la ley es débil, puede ponerles un límite.

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