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Desde que se creó el Tribunal Constitucional austriaco en 1920, como una propuesta de H. Kelsen, hasta hoy, se ha sostenido que los Tribunales Constitucionales fueron creados principalmente para defender la Constitución, los derechos fundamentales, y el equilibrio de poderes garantizando el Estado de Derecho. No se podría sostener ni defender una Constitución si no existen los medios que garanticen su respeto y ello se materialice en hechos concretos, como la posibilidad de anular las normas inconstitucionales o aquellas disposiciones que se aparten de sus límites. Allí radica la importancia de la existencia de los Tribunales Constitucionales. Si no existe la posibilidad de expulsar normas y acciones que escapan al Marco Constitucional, sencillamente no habrá Estado de Derecho y no se podrá sostener la democracia ni la prevalencia de la Constitución, ya que si hechos y normas vulneran su contenido, la estructura político-social que soporta la propia Constitución se vendrá abajo con ella misma. El artículo 201° de la Constitución reconoce al Tribunal Constitucional independencia y autonomía, lo que le ha permitido a lo largo de su existencia su propia autorregulación, no siendo el único pero sí último intérprete de la Constitución. Tiene, más allá de sus facultades expresas, aquellas que permiten el respeto de la Constitución, y con ello el equilibrio y la paz social. El propio Tribunal señala que es “una institución de diálogo social y de construcción pacífica de la sociedad plural, pues participa como un auténtico órgano con sentido social, estableciendo a través de su jurisprudencia las pautas por las que ha de recorrer la sociedad” (STC N° 00048-2004-AI). En medio de la crisis política y la confrontación de poderes que vive nuestro país, existe un riesgo mayor, que es la convalidación tácita de actos tan graves y cuestionables como el quebrantamiento del equilibrio de poderes con la disolución del Congreso. El país merece tener una respuesta institucional. Es el Tribunal Constitucional el llamado a resolver dicho conflicto oportunamente, apartándose de la tentación de evadir su responsabilidad frente al país, como lamentablemente algunos de sus miembros lo vienen expresando.